De parte de las 60 princesas muertas


Erase una vez una princesa desvalida, un caballero valiente, un amor abnegado, una promesa de protección y otra de posesión. Y ahí empieza todo. Porque, desde siempre, nos enseñan un comieron felices, unas perdices cocinadas siempre por ellas, y un “no sin mi príncipe”. Sin preguntas, como gustan las ruedas de prensa ahora.

Erase una vez una princesa preguntona. Y ahí se empieza a complicar el cuento ¿Y si el príncipe también está desvalido? ¿Y si yo no tanto? ¿Y si no me va nada eso del amor abnegado? ¿Y si no quiero que nadie me proteja? ¿Y si quiero que mejor me cuiden y cuidar yo? ¿Y si las perdices las compro cocinadas y puedo hacer cosas yo sola, sin el príncipe en cuestión? ¿Y si puedo hacer las mismas cosas que el príncipe, luchar en sus mismas batallas y elegir algo más que mi pareja de baile? ¿Y si mi vida no es un punto y seguido de la de mi príncipe?

Pero hay muchas princesas que no han tenido muchas oportunidades de formular las preguntas adecuadas. Ni siquiera han tenido fuerzas o tiempo suficiente para hacerlo. Ahora ya no pueden. Son 60. Y son sólo las de 2011. Muertas.

Y han muerto por violencia machista. Que no es violencia “en el entorno familiar” si no en el entorno social, que pasa y pasa y pasa. Porque no somos paranoicos las y los que vemos comportamientos lejos de la igualdad y del respeto que sustentan de fondo muertes así. Y puede que sin quererlo.

Porque el 80% de los jóvenes españoles creen que las chicas tienen que complacer a sus novios y el 60% creen que una chica se realiza cuando tiene novio. ¿No es inquietante que haya un sector social (joven) que piense de verdad que las princesas han nacido para servir a sus parejas, respetarles por el único mérito de ser hombres y llevarles las zapatillas sin aturullarles con problemas?

¿No es preocupante que el 10% de las jóvenes españolas crean normal que su novio las fuerce a mantener relaciones sexuales? ¿De dónde sale esta idea? ¿No será porque el príncipe-troglodita lleva la carne a la cueva y entonces hay que pagar por ella? Y a mí que esto no me suena bien... ¿No es doloroso que un arzobispo justifique el abuso por parte de un hombre si su mujer aborta? ¿Y dónde termina esa bonita relación de pareja? ¿Por qué se permite esta apología de la violencia?
¿Cómo perdura esa idea de que “las mujeres son objetos de posesión”? ¿No será una excusa para que no haga lo que quiero, verdad? A veces se me olvida que tenemos consideración de florero con cualidades. Reproductivas a ser posible. ¿Y si pertenezco no decido? ¿Y si decido? ¿Y si me gusta decidir? Entonces que venga un hombre hecho y derecho a enderezar la situación.

Y valgan estas preguntas (algunas de muchas) como una razón más a las siete que aporta Virginia P. Alonso para que a la violencia machista se la llame violencia machista. Que los trapos sucios no deben lavarse en casa nunca más. Hay trapos que deben airearse y gritar porque no son producto de la familia sino de todos. Y todos somos responsables.

Así que me permito un lujo. De parte de las 60 princesas muertas este año que termina. Hacer preguntas: ¿Qué les pasa a los príncipes que no se enteran? ¿Por qué se sigue perpetuando esto? ¿Cómo nos quitamos de encima tanta corona molesta? ¿Por qué tengo que ser la princesa perfecta para llegar a reinar cuando ha habido tanto rey mediocre? ¿En qué célula se nos ha grabado la teoría de la buena madre (me suena a un tema que he escuchado recientemente en campaña…)? ¿Y la de la buena esposa? Siglos y siglos de entrenamiento.  Luego dicen que son las madres las que perpetúan el sexismo. ¿No será porque son las madres las que, por lo general, siguen pasando más tiempo con los niños? Y los príncipes que pasan de la práctica de coger por los pelos a la princesa y llevársela a la tienda ¿por qué no gritan más? Se les escucha poco, y es una pena.

De parte de estas 60 princesas muertas. Porque desgraciadamente en el 2012 habrá más. Por esas 60 princesas muertas, no deberíamos dejar de hacer preguntas. Yo no.

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