Voy a votar... porque puedo


Es el día del debate a dos bandas (a mí me gustaría alguna banda más, la verdad). Y yo ya tengo una decisión tomada pre-debate. Voy a votar. Porque puedo.

Siempre he querido usar un “porque puedo” alguna vez. Ahora toca. Porque el próximo 20N voy a votar. Es lo único que tengo claro. Y lo voy a hacer, entre otras cosas, porque puedo. Y porque otros no pudieron en otros momentos de la historia y me gusta hacer memoria. Ha sido una pelea dura y larga para muchos. En el caso de las mujeres, por ejemplo, fue una reivindicación que tuvo sus primeros frutos allí, al otro lado del mundo, en Nueva Zelanda. Donde se supone que no pasan muchas noticias de portada. Puede que no estar en el ojo del huracán de la historia del mundo les diera la oportunidad y amplitud de miras como para aprobar una ley semejante ya en el siglo XIX (por favor, que nos muevan un ratillo hacia las Antillas).

Según el informe de la ONU Women in progress, la mayoría de los países autorizaron a las mujeres a votar en los años 50 y 60. Yo le agradezco el esfuerzo a Clara Campoamor, la voz que se levantó en un parlamento mayoritariamente masculino para lograr el voto en España en 1931. Claro que luego se olvidó el logro durante 40 años; para las mujeres y para todos los demás. Así que no nos podemos poner demasiado estupendos. Eso es lo que dice la memoria.

Pero no hay que mirar atrás para ver que no es un asunto sencillo. Yo puedo y otros no. Hoy hay países donde votar es un lujo sólo para hombres o un lujo desconocido para el pueblo. Miro a Arabia Saudí donde las mujeres, pese al reciente permiso de su rey, aún no han podido ejercer ese derecho en las elecciones municipales. El permiso es para dentro de 4 años. Puede que su presencia en el órgano consultivo del monarca Abdalá bin Abdelaziz (sí, también les ha dado permiso para estar allí) y el potencial futuro voto (si no cambian de opinión cuando llegue el momento)  les ayude a vocear y reclamar esas otras cosas que no pueden hacer porque son mujeres; al parecer esa enfermedad que no las deja conducir, ni viajar fuera del país sin la compañía de un hombre... Seguro, porque esas voces, en cuanto encuentran hueco (y sin él), siempre acaban haciéndose oir.

Miro a China, Myanmar, Uzbekistán, Turkmenistán, Chad y Corea del Norte, países donde la democracia brilla por su ausencia. Así que voto. Porque puedo y es para mí el recordatorio de todo lo demás. Ya sé, ya sé que con el voto no es suficiente. No es suficiente, pero es un principio que sucede cada vez que se celebran elecciones. Y yo no quiero no votar. Quiero votar más y en más sitios. Quiero poder votar sobre más asuntos que me conciernen. Empezando por Europa donde, honestamente, haría falta un pelín más de democracia si no paladas. Que nos permitan votar más y mejor.

Así que sí, voy a votar. Y espero que vosotras podáis seguir votando cuando os llegue el momento. Será un buen síntoma.