A las primeras ...

Hoy se cumplen 75 años de la primera vez que se aprobó definitivamente el voto femenino en España. Vosotras lo habéis celebrado con muchas risas y con un sueño demoledor. Yo lo voy a celebrar alegrándome, claro. Y también de otra manera: haciendo un pequeño homenaje a las primeras, porque siempre hay una primera que rompe, que piensa, que cuestiona lo que se ha hecho siempre, que se atreve a pensar con más imaginación su vida. Y a mí me encantaría que las recordarais, con o sin nombre.
Porque las hay con nombre y apellidos como Dilma Rouseff, la primera mujer elegida presidenta en Brasil. Quien sabe si os acordaréis de ella cuando seáis más grandes. Ahora, cuando vosotras acabáis de cumplir un año, sólo hay diez mujeres presidiendo un país. Y sigue siendo noticia.
Pero hay miles de mujeres anónimas que dieron un paso en su círculo, en su trabajo, en su familia, en su historia. Son esas sin nombre.
La primera que creyó que tenía derecho a votar porque merecía los mismos derechos que cualquier otra persona.
La primera que creyó que era algo más que un elemento decorativo
La primera que se puso unos pantalones
La primera que viajó sola
La primera que se plantó y dijo “hoy no pienso cocinar”
La primera que se atrevió a decir, no quiero tener más hijos o la primera que no se casó cuando la vida de una mujer no se concebía sin un hombre que la protegiese.
La primera que quiso mantener la dignidad por encima de las vejaciones
La primera que creyó que debía recibir algo más que condescendencia
La primera que quiso estudiar y lo consiguió
En todas las familias hay una primera. Sería interesante recopilar esas historias familiares y regalárselas a la memoria. A vuestra memoria.
Yo, de momento, os regalo este pequeño homenaje a las primeras. Ya las segundas, terceras (como Ana María Matute con su premio Cervantes), cuartas o quintas (como Soledad Puértolas, la quinta académica de la lengua) … porque cuántas hacen falta para superar la barrera de lo extraordinario.
Y también, sin duda, a los primeros que apoyaron sus decisiones o al menos dudaron de la tradición como regla indiscutible.
Sólo espero que no dejéis que su esfuerzo no haya valido. Que las tengáis en la memoria.
De momento, sois las primeras en casa. De eso no tengo duda.