Números y palabras

Números. Las tragedias están llenas de números.3, 21, 77, 24 , 85, 13.704.  3 han sido los últimos muertos a causa de la violencia machista. 3 hombres, además. 21 años tiene el más joven de los hombres que ha matado a su pareja en lo que llevamos de 2011 en Andalucía. 77 años, el mayor.  13.704, el número de denuncias por maltrato de 2010. 85, el total de mujeres que murieron en 2010. 24, las víctimas muertas en 2011 (ahora, más 3 hombres, parece), como se dice estos días en la red, a manos de alguien que les decía que les quería. Y parece que en estos números sólo hay sumas, las que aumentan un contador que no se detiene.

Menos mal que algunos números no cargan con todo el peso de la tragedia sino que la alivian un poco: 016, el teléfono único de denuncias por maltrato; 28 de diciembre, la fecha de la ley orgánica de 2004 que convirtió este abuso en “delito” .

Palabras. Las tragedias están llenas de palabras. Y de frases. Las que se  dicen y las que se piensan. Mía, mío, tonto, inútil, no vales para nada, no vales nada, cabeza de familia, aquí mando yo, eso no es de hombres, eso no es para una mujer, vergüenza, no te doy permiso, control, dolor, humillación, dolor, lágrima, pena, contradicción, te prohíbo,envidia, posesión, la culpa es  tuya, golpe, delito, más dolor.

Y pasa que todos esos números y palabras se cargan al principio de todo: cuando eres  niño. O niña. Se alimentan por el camino (me inquietan y preocupan estudios que ponen a los jóvenes como protagonistas en casos de la violencia, o como encubridores de comportamientos humillantes, como justificadores de lo
injustificable o simplemente como ejemplos de una cultura en la que hasta el cortejo es agresivo). Y no acaban bien.

Estaría bien que los números cambiaran. Que 21 sea la edad a la que visitéis  Londres, que 85 sean los años que duren vuestros amores, que 77 sea el número de amigos de vuestra pandilla; el 13.704, el de la lotería ganadora y el 016 no haga falta y se convierta en el teléfono del pizzero.

Sólo espero que seamos capaces de cambiar vuestra escena, la que se está construyendo ahora; la que estamos construyendo ahora entre todos. Que para entonces hayan cambiando los números. Y las palabras.

Y que no tengamos esa dolorosa sensación de estar contando/ hablando siempre de lo mismo.
Y sí, hoy también estoy hablando de igualdad. Y de democracia.