Feliz día de la Mujer sin cifras (hoy)

Iba a liarme la manta a la cabeza y repasar todas las cifras sobre mujeres que hay en las estadísticas de la ONU y en las nacionales, que son muchas. Sobre pobreza, sobre voto, sobre número, sobre presión. Pero hoy no tengo ganas de números y los medios estarán llenos. Se me ocurre que no tengo mejor manera de celebrar el día de la mujer que con mujeres. Con nombre y on historia. Que todos los días se levantan y se enfrentan a sus vidas a su modo. Peleando y aprendiendo. Que todos los días dan una lección de vivir a su manera. Con puntos de vista distintos, con formas de pensar diferentes, con modos de afrontar las cosas particulares. Son mujeres de verdad. Y seguro que cada una de ellas estará detrás de alguno (o varios) de los números de todas esas estadísticas. Lo que las hace especiales hoy para mí es que están cerca.

Cristina, Bobe, Susana, Marga, Magui, Salomé, Silvia, Paloma, Rocío, Loli, Helena, Analía, Ana, Tanja, María, Sonia, Carolina, Amaia, Marina, Bárbara, Blanca, Lucía, Raquel, Noe, Olatz, Sara, Virginia, Carmen, Marta, Marián, Alicia, Lía, Chiqui, Araceli, Merci, Yolanda, Marisa, Gema, Isabel, Pilar, Reyes...

Y, sobre todo, Berta, Noa y Clara (3 y 2 años) que quieren ser princesas y piratas, que juegan al fútbol y a las cocinas, que saltan de sus bebés a sus coches sin complejos ni filosofías. Que juegan con Rafa o con Inés, y buscan gnomos y espadas en el bosque. Que pintan un sol y una bruja, y piden cuentos de la selva, de topos, o de caperucitas. Sobre todo ellas. Porque en ellas no hay trampa ni cartón. Aún no.

Feliz día de la Mujer


Sobre los gestos con fondo o cómo la incoherencia preside mi lengua


Queridos, queridas. La incoherencia preside mi lengua. Me declaro amante de las lenguas en general y de la española en particular. Cornucopia, botijo, merendero o hipopótamo valen lo suficiente para caer rendido ante ella. Del mismo modo, me declaro más que sensible a los temas relacionados con el reconocimiento de las mujeres y la igualdad. Dicho esto, confieso, y últimamente esto parece un confesionario, que la incoherencia preside esta entrada.  La incoherencia preside mi lengua.
Por un lado sé y defiendo que los gestos son importantes, que las palabras crean realidades, que el lenguaje es poderoso, que tiene la virtud de incluir o excluir, de crear realidad. De hecho, casi cada día añado la palabra padres a frases hechas sobre (siempre) madres. Por otro, me revelo contra un los y las jóvenes, se me enreda la lengua y no suelo pensar en ello cuando toca redactar textos periodísticos. Quizás es la costumbre lo que me lleva. Quizás soy una de esas víctimas de la herencia de siglos que me resisto a la inclusión femenina en mi conversación sin saberlo. Estoy intentado descubrirlo. Por eso me alegro de que se haya abierto el debate con la RAE incluida en el fregado. Porque manifiesto que esta duda me corroe, porque el objetivo al final es comunicarse y a veces algunas palabras esencialmente femeninas en un contexto concreto van cargadas de machismo sin necesidad de unos y unas. 

Y me planteo la diferencia entre lo importante y lo necesario. Seguimos pidiendo guarderías "para ayudar a las madres", sólo a las madres (acoto: es una frase real en un contexto real dicho por una persona real que obligaba a usar "las jóvenes y los jóvenes" en los textos), pero luego queremos que los textos incluyan ciudadanos y ciudadanas. En Finlandia "él" y "ella"  se dicen con la misma palabra pero yo tengo una amiga finlandesa a la que echaron del trabajo por estar embarazada. Vamos, que todo tiene que cambiar. Muchas cosas. Y el lenguaje no es definitivo pero sí importante. 

Y me pregunto cuántas personas andamos perdidas en lo políticamente correcto y nos olvidamos del fondo de todos los gestos y del significado de todas las palabras. Porque los gestos sin fondo al final sólo se quedan en un embrollo, y nos enfangan y nos despistan. Y así me siento yo: esencialmente despistada.

Por eso me alegra el debate, como a muchas y muchos otros. Porque creo que puede ayudar a recuperar un fondo a veces perdido, un sentido en cada una de las peticiones por un lenguaje no sexista; puede ayudar a priorizar entre lo urgente, lo necesario y lo importante. Y todas esas voces (muchas) estarán hablando de igualdad, de construir sociedad; y muchos "fundamentalistas" del lenguaje "clásico", que también hay muchos, tendrán que pararsea pensar. Yo también. Así que estoy siguiendo el debate. Detenidamente. Me interesa. Y prometo sacar conclusiones.