La escuela que yo quiero para vosotras no es la que
garantiza educación para todos sino la que asegura BUENA educación para todos.
Porque no es de mínimos, sino con tendencia a los máximos. Una escuela tan
buena que irán hijos de príncipes y taxistas, como en Dinamarca. Una escuela en
la que los grandes o los habilidosos ayudan a los pequeños o menos capaces. Porque
no es tan importante llegar lejos si llegamos solos y nos dejamos a muchos atrás.
Me gustaría una escuela en la que cupieran todos, en la que
la diferencia sea un regalo pese a la dificultad. En la que aprendáis cómo es
la vida, que hay niños y niñas, que hay grandes y pequeños, que hay más países
de donde vienen más niños, que no todos tenemos las mismas costumbres y no todo
lo ajeno es rechazable. Los resultados son importantes (y lo dice una
empollona) pero no tanto como para olvidar lo más importante: las personas. Yo quiero
una escuela en la que no se os dé por perdidas nunca: cada niño despierta en
momentos distintos, y hay que estar ahí para verlo.
Por eso necesito una escuela con profesores emocionados,
respetados y que enseñen de lo que saben. Que os valoren no sólo por vuestras
calificaciones. Un lugar donde aprendáis a pensar, a imaginar y, sobre todo, a
preguntar. Y lo hagáis con la mente y con las manos.
Y la voy a querer
pública. Para todos. Aunque yo haya estudiado en un colegio concertado.
Sé que esto es una carta a los reyes magos. Que la escuela
no lo puede todo, que me llevaré decepciones y que a vuestro padre y a mí nos va a tocar mucho también: prometo poner de mi parte.
En fin, que está el país en pleno debate educativo. Es tiempo de recortes para la escuela. Y a
nosotros, el año que viene, nos toca elegir colegio para vosotras.
Muy bueno ,olé por la escritora .....pero de ilusión tambien se vive,siempre hay que tender a la utopia!!!!
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